De Martín Erdosain

Para el comerciante
Para el sublevado
Para el comunista
Para el súbdito
Para los que creen que hay un orden
A lo lejos una música nos llega a través del viento, sacudiendo violentamente los ventanales.
Es una sinfonía alegre, sobre la que yacerán sus cadáveres.
Esta música los aplastará.


1_ Romanticismo

Abrió una vez más el cuaderno que pacientemente había cocido. Tocó las hojas que había fabricado en su taller, rústicas, vacías. Todo este esfuerzo para escribir su primer diario de memorias. Lo cerró y lo tiró sobre la mesa de trabajo. El frasco de tinta se bamboleó por in instante sobre la antigua y maltratada mesa de madera que sólo contenía libros y papeles desordenados.
El bibliotecario fue hasta la cocina para sacar la pava de agua hirviendo de una de las hornallas. Se preparó un té y volvió con la tasa a la mesa a hojear este hermético cuaderno que lo solicitaba.
Miró a su alrededor y vio una oficina otrora lujosa que la falta de cuidados habían tornado en mugre que corroía cada rincón.
Millones de bibliotecas como esta habían sido incineradas. Tal vez esta era la única que había sobrevivido a la persecución de los irracionalistas. La decadencia, la belleza, el mal, la literatura, el arte degenerado, la ciencia y sus aventuras epistemológicas, destruido. Los anhelos de la historia aplastados junto con ella. El eterno retorno enterrado bajo los escombros de la estupidez.
No todos los irracionalistas pretendían devastar las bibliotecas, algunos incluso conservaban algunos pocos libros que habían salvado de las llamas. Pero la doctrina de los irracionalistas era muy estricta, debían aniquilar la razón, la ciencia y toda la civilización que había conducido al imperio a la guerra civil y a su desintegración. Debía borrarse el concepto de libertad que tanto daño había causado. En cada ciudad invadida los pueblos salían a las calles a aclamarlos. Los pobladores conducían a los irracionalistas hacia las bibliotecas para reproducir una y otra vez el ritual de la purificación. Inútiles actos heroicos de resistencia presentados por el desaparecido gremio de los bibliotecarios solo eran brisas de aire fresco sobre tanta desolación.
Las juntas comunales y sus federaciones, cómplices en cada planeta, en cada ciudad de las masacres contra los institutos de ciencias.
Todo había comenzado en la ciudad imperio. Las turbas populares con el primer grupo de irracionalistas habían marchado con sus banderas hasta la sede central del instituto de ciencias aplicadas para protestar en contra de la decisión de la última junta imperial de desarrollar las centrales nucleares para producir electricidad. Eran los últimos días del imperio. La protesta se convirtió en una fiesta popular que finalizó con el incendio del edificio con sus ocupantes adentro.
Tal vez haya más bibliotecarios en algunos planetas distantes, escribiendo la misma historia acerca de la irrefrenable marea que arrasó con el conocimiento. Los detalles de la defensa de cada biblioteca, de cada laboratorio, las evacuaciones, cada muerte, de cada página perdida. Ya no era la historia de la resistencia contra una facción de fanáticos, era otro capitulo de la historia del conocimiento.
Debía pensar en organizar toda la información. La historia del conocimiento debía ser reescrita.
Esta tarea siempre era interrumpida por los irracionalistas evangelizadores. Los evangelizadores recorrían el antiguo mapa galáctico imperial e incluso se adentraban en territorios de la antigua federación de comercio para imponer la doctrina irracionalista allí donde todavía brillaban algunos faros de la razón. Cuando la conversión pacifica no funcionaba le seguía la invasión militar.
Cada irracionalista es un enemigo, una posible invasión. Hay que exterminarlos, de a uno. Si informaban al Consejo de asuntos irracionales el planeta seria invadido y la biblioteca reducida a cenizas.
El bibliotecario posó por primera vez la pluma sobre la tinta, mantuvo abierto con la mano izquierda el cuaderno y escribió sobre el cuaderno: Historia del planeta negro.

La gran guerra civil imperial había convertido a las corporaciones en fantasmas, en sombras de aquellas poderosas empresas que pretendían ejercer el control total sobre la robótica. Con el fin del imperio y el surgimiento del caos y el hambre con las federaciones comunales, los irracionalistas, una secta nacida de varios grupos políticos había crecido al calor de las sublevaciones populares hasta convertirse en una religión universal. Las últimas corporaciones se habían encerrado en la federación de comercio en los planetas más alejados del centro imperial. En la égida del centro imperial las corporaciones sobrevivientes habían negociado con las comunas y los irracionalistas una cooperación para construir la nueva sociedad justa e irracional.
Uno a uno todos los profesores de ciencias y filosofía fueron ajusticiados. A ellos les siguieron los primeros cómplices de los irracionalistas; los psicólogos, y después los sociólogos
El fin comenzó con la decisión del consejo imperial de recabar información acerca de todos los experimentos puestos en marcha por el reinado del emperador Akhenaton en el Siglo XIV del calendario galáctico. Los científicos de cada disciplina emprendieron la grandiosa de tarea de visitar las distantes galaxias abandonadas por el imperio para analizar sus logros y sumarlos al imperio como ciudadanos.
Al llegar a la tierra los científicos encontraron dos grandes inventos que no se habían producido en ninguna parte del universo; la filosofía y la religión. El imperio fue invadido por estas dos corrientes. Cada una se desarrollo en paralelo creciendo de a poco en cada rincón del mapa imperial. Se crearon bibliotecas y museos por todo el imperio, parecía que el imperio se convertiría en un reflejo de la Tierra. Pero la ilusión no duró demasiado. Las guerras de la tierra empezaron a asolar el imperio hasta que el emperador Tutmosis XX ordenó la invasión de la tierra. La guerra civil estalló al instante.
Las sectas religiosas se mantuvieron al margen de la guerra. Para cuando la guerra terminó todos los pueblos se habían refugiado en la única opción que les ofrecía la paz. El juego inofensivo había terminado y cada facción religiosa decidió imponer sus propias ideas acerca de la reconstrucción social. Todas las religiones se convirtieron en parte de una gran religión que expresaba el sentimiento esotérico en su esencia: el irracionalismo.
La decadente sociedad imperial, humillada por el holocausto, la miseria y la matanza se volcó hacía la religión, abandonando el mito.
El consejo irracionalista, compuesto por los líderes de cada facción religiosa, se alió con el ejército imperial para poner orden en lo que quedaba del imperio. La unió militar religiosa doblegó rápidamente a la naciente unión de planetas independientes, donde aún reinaba el caos y la violencia. Había caído el último baluarte de las ciencias y el conocimiento y a nadie parecía importarle. La nueva sociedad pasó a llamarse: orden iluminado o simplemente iluminación.
El bibliotecario abandonó la pluma en la mesa y se levanto para ver por la ventana. Se aproximaba una tormenta, como aquel día en que llegaron las naves con todos los libros sobrevivientes del fanatismo monoteísta. A lo lejos una figura caminaba fatigada recorriendo cada rincón del planeta, buscándome.